martes, 9 de enero de 2001

Conversaciones en la tahona

Después de sus estudios en Las Palmas, don Manuel Barroso Alfaro marchó a Caracas en 1960, donde continuó su formación y hoy reside. Nacido en Ampuyenta, no olvidó nunca sus orígenes; prueba de ello es la serie de libros que ha entregado al Servicio de Publicaciones del Cabildo de Fuerteventura, que en 1997 le publicó la biografía Doctor Mena y Mesa, médico ilustre de Fuerteventura, sobre un interesante personaje del siglo XIX majorero que se cuenta entre sus antepasados. A fines del 2000 que acabamos de cerrar ha aparecido Conversaciones en la tahona, compendio insustituible, ameno y bien ordenado de datos etnográficos e históricos sobre la Ampuyenta de entre 1945 y 1953.

Don Manuel no es un gran escritor; sí es, en cambio, una persona metódica, rigurosa y generosa de sus conocimientos. Volvió con cierta frecuencia a la isla que lo vio nacer y a su admirable memoria añadió numerosas informaciones y algunas de las preciosas posesiones de sus antepasados, que de otra forma se hubieran perdido. Menciona en su librito, como de pasada y pidiendo siempre disculpas por la digresión, las circunstancias en que diversos enseres se encontraban allá por los 50 y, cuando es posible, su actual localización y estado. Todo ello procede de un intenso afán por la conservación del pasado y de la notable voluntad archivística de don Manuel.

Conversaciones en la tahona va a ser de ahora en adelante una obra -casi un manual- fundamental a la hora de comprender el ciclo de la agricultura en la Fuerteventura de mediados de siglo: la siembra, la lluvia, la arrancada, la peonada, la saca, la trilla, el aviento, el tabloneo. Con una retórica un tanto acartonada, muy propia del más tradicional ambiente cultural hispanoamericano, Barroso Alfaro describe con gran eficacia y viveza las faenas del campo, los aperos, las bestias, los lugares, las palabras y las personas, explicando todo aquello cuyo significado no resulte evidente para un lector foráneo y, no obstante, conservando la intimidad y el cariño con respecto a hechos que recuerda como propios.

También se detiene en otras labores propias de la vida rural aunque no directamente relacionadas con la agricultura: el arreglo de caminos, el desentullir los pozos, la torta, etc. Cierra el volumen con un capítulo dedicado a la fiesta de San Pedro de Alcántara, patrón de Ampuyenta, en la que la claridad del recuerdo es admirable. Con un tono siempre positivo, invita a los actuales majoreros a beber de sus orígenes, a conocerlos para tender un camino al futuro y a no despreciar las virtudes de aquellos majoreros, que él resume en tres principales: la honestidad, la creatividad y la laboriosidad.

Barroso Alfaro incluye en su muy completa descripción de la Fuerteventura de su niñez datos geográficos, sociales, históricos, laborales, ciudadanos, religiosos, artísticos, naturales... Su memoria se convierte en valioso requisito de nuestro saber, y sus exhortaciones, aun teñidas de cierto católico e inoportuno lirismo y pasadas por un prisma evidentemente conservador, son encomiables. Él, porque no es nacionalista ni pertenece a secta alguna, es capaz de citar a Anton Chejov: “habla y escribe de tu pueblo y serás universal”. Canarias 7 Fuerteventura.